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martes, 15 de marzo de 2011
Entrevista a Adam Przeworski, Politólogo Polaco-Norteamericano

Adam Przeworski es uno de los más reconocidos politólogos contemporáneos que estudian los sistemas democráticos en Latinoamérica y Europa del Este. Su preocupación central son los mecanismos que poseen los ciudadanos para fiscalizar a sus gobernantes. Aquí, el investigador debate sobre el significado actual de la democracia, sus límites, los conflictos, sus actores. El papel de los gobiernos en América latina.
Por Natalia Aruguete
–En su libro ¿Qué esperar de la democracia?, usted plantea que la democracia no se caracteriza por la igualdad y que, además, no fue creada por “demócratas”. ¿Cómo conceptualiza la idea de democracia en la actualidad?
–Para mí, la democracia es un sistema que constituye un terreno de conflictos, que se pueden resolver de manera pacífica y con libertad. Eso es la democracia. No es algo que, en sí mismo, genera igualdad. Es un campo de luchas organizadas, que crean incentivos a las fuerzas políticas para obedecer las reglas. Cuando la democracia funciona, procesa varios conflictos en paz y sin violar demasiado la libertad.
–¿A una democracia que no ha sido capaz de resolver las desigualdades socioeconómicas le es posible generar igualdades políticas?
–El mecanismo político más igualitario es, después de todo, el de las elecciones. Otros mecanismos de competencia política son aún más desiguales que las elecciones. Porque los recursos económicos y los recursos organizacionales e ideológicos juegan un papel más importante. Por eso, creo que la instancia de elecciones es el mecanismo más igualitario. Aunque no creo que puedan ser completamente igualitarias, porque en una sociedad desigual –desde el punto de vista social y económico–, el dinero siempre encuentra modos de infiltrarse en la política.
–¿En qué sentido?
–En una sociedad de mercado, en la cual existe desigualdad social y económica, siempre habrá algún nivel de desigualdad política. Quizá los países donde hay menos desigualdad son aquellos que tienen sindicatos fuertes, donde la clase obrera está organizada en un sindicato que tiene recursos, que tiene sus diarios y sus instituciones. Hablo, sobre todo, de los países escandinavos, donde los sindicatos tienen mucho peso frente a las empresas. En otros países hay un grado de desigualdad política inevitable.
–¿Con la institucionalidad y el poder de los sindicatos como actor político alcanza para lograr una real igualdad en el terreno político?
–A partir de la Primera Guerra Mundial, en Europa Occidental se armó algo que se llamó “el compromiso de clase”. El compromiso de clase consistía en que los obreros organizados en sindicatos no empujaban sus acciones hacia demandas salariales o de otro tipo al límite. Es decir, no utilizaban totalmente su poder monopolístico en el mercado, porque sabían (pensaban) que mientras la propiedad de medios de producción fuera privada y que las decisiones de inversión las tomaban las empresas, entonces los sindicatos sabían que los salarios de hoy día constituyen un costo en la inversión y, por ende, en el empleo y los salarios de mañana. Un país en Europa en el que no hubo huelgas entre 1936 y 1978 fue Suecia. Porque los sindicatos eran muy fuertes.
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